sábado, 5 de enero de 2008

Tedio

Este aburrimiento que me engulle me provoca un pesado dolor de cabeza que ya ni el gelocatil puede aliviar. Y es que en tan grandioso imperio que me encuentro, frío hace porque lo siento cada vez que mi cuerpo pisa la calle, no hay apenas alma grata con la que poder compartir el valioso tiempo, que todavía dicen que lo es más en estas fechas de navidad. Ya ni nieva para al menos poder enamorarse desde la ventana de la luz blanca que desprende bajo el sol su armonioso manto virgen de toda huella humana. Y es que estas navidades, como tantas otras que me esperan, son aburridas hasta no poder serlo más, y para colmo aguantar todas las típicas costumbres que desde pequeños nos inculcan y los valores tan falsos que dicen existir entre nosotros durantes estos días de “paz y amor”. No se si es más fácil reír o llorar de tan inigualable momento.

Puedo pasear por las calles mojadas bajo el reflejo de las farolas, con la nariz colorada y entrando en un estado de congelación. Es una buena opción, cuando veo a lo lejos y cada más inmediato el ruido de tráfico, el metro, la multitud, la capital. Así que cierro los ojos e intento disuadirme de toda razón, de todo pesar, de todo lo que tengo a mi alrededor que lo he visto tantas veces que aunque cierre mis ojos inevitablemente veo.

Dicen que podemos distraernos en estos ratos de hastío con un libro, con un buen programa de televisión, pero yo solo veo que mi situación tan agria de vacío tanto físico como interno no tiene tan sencilla e inútil solución, que cuando te consume el tiempo es que te consume, y si me consume cuando alguien llegue a esta casa tan solo podrá ver mis ropas despojadas en este cómodo asiento.

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