lunes, 25 de mayo de 2009

Realidades

Había una vez una bonita provincia llamada Soria donde la pobre sufría continuamente el abandono de sus habitantes. Éstos marchaban a las grandes capitales como Madrid, Barcelona o Bilbao donde estudiaban una carrera (ya que en Soria la oferta de carreras era escasa) y donde ya comenzaban su nueva vida, eso sí, sin olvidar su tierra (olvidada) y pensando siempre en volver a ella. Mientras esto sucedía, la pequeña Soria, cada vez más pequeña, estaba gobernada por individuos que no hacían nada por saciar este problema y veía como su población era cada vez más anciana. A su vez, llegaban los jubilados de Madrid, Barcelona y Bilbao y se instalaban en ella haciendo que su población todavía siguiera envejeciendo. MENOS mal, que un día aparecieron ciertos habitantes de otras culturas, que pudieron seguir manteniendo Soria, y cuidando a sus viejos habitantes. Pasaron los años hasta que un día Soria se convirtió en una enorme RESIDENCIA DE ANCIANOS, la cual esperaba que en poco tiempo se transformara en un enorme cementerio, ya que todos sabemos que la esperanza de vida no es eterna.